Nota: En esta sección, se resume la evidencia científica publicada sobre la prevención de este tipo de cáncer. En el resto del resumen, se describe la evidencia con más detalle.
También están disponibles otros resúmenes del PDQ relacionados: Tratamiento del cáncer de vejiga y Niveles de evidencia de los estudios sobre los exámenes de detección y la prevención del cáncer.
No hay suficiente evidencia para determinar si los exámenes de detección del cáncer de vejiga y otros cánceres uroteliales tienen un efecto en la mortalidad.
Descripción de la evidencia
A partir de evidencia sólida, los exámenes de detección del cáncer de vejiga y otros cánceres uroteliales darían lugar a procedimientos diagnósticos innecesarios con la morbilidad que estos conllevan.
Descripción de la evidencia
El cáncer de vejiga es la cuarta neoplasia maligna que se diagnostica con mayor frecuencia en los hombres en los Estados Unidos. La incidencia es alrededor de cuatro veces más alta en los hombres que en las mujeres. Se estima que en 2024, se presentarán 83 190 casos nuevos de cáncer de vejiga en los Estados Unidos.[1]
El diagnóstico de cáncer de vejiga es casi el doble en las personas blancas que en las personas negras de cualquier sexo. La incidencia del cáncer de vejiga en otros grupos étnicos y raciales de los Estados Unidos se ubica entre el de las personas negras y blancas. La incidencia del cáncer de vejiga aumenta con la edad.[2]
Las tasas anuales de incidencia del cáncer de vejiga permanecieron relativamente estables entre 1975 y 2017, fluctuando entre 18,9 y 22,0 (por 100 000); sin embargo, las tasas más recientes (2011–2020) disminuyeron cerca de un 1 % por año.[2] Se estima que 16 840 personas morirán por cáncer de vejiga en los Estados Unidos en 2024.[1]
Entre 1975 y 2020, la mortalidad por cáncer de vejiga ajustada por edad disminuyó en todas las razas y sexos.[2] De 2015 a 2021, la mortalidad por cáncer de vejiga urinaria disminuyó en un 1,5 % por año.[1] Es posible que estos cambios reflejen diagnósticos tempranos, mejores tratamientos, menor exposición a carcinógenos o una combinación de estos factores.
Más del 90 % de los cánceres de vejiga son carcinomas de células de transición, también llamados cánceres uroteliales. El cáncer urotelial también puede surgir en el revestimiento de la pelvis renal, el uréter, la próstata y la uretra, aunque con poca frecuencia. Otros tipos histológicos importantes son el carcinoma de células escamosas y el adenocarcinoma. Los adenocarcinomas representan menos del 2 % de los casos de cáncer de vejiga primarios, incluso aquellos que hicieron metástasis en el recto, estómago, endometrio, mama, próstata y ovario.[3]
No hay estudios definitivos sobre la prevención del cáncer de vejiga y otros cánceres uroteliales. Se presume que la reducción de las exposiciones ambientales y ocupacionales reduce el riesgo de cáncer urotelial. Las diferencias de edad, sexo, raza y distribución geográfica quizás reflejen diferencias en la exposición ambiental y ocupacional a posibles sustancias tóxicas. Entre las exposiciones importantes, se incluyen el contacto con sustancias químicas, el consumo de cigarrillos, las infecciones por bacterias, hongos parasitarios o virus, y el tratamiento con ciertos fármacos quimioterapéuticos. Los antecedentes familiares de cáncer de vejiga también se relacionan con un riesgo mayor de este tipo de cáncer.[1,2]
Varias poblaciones con diversos tipos de exposición presentan un riesgo más alto de cáncer de vejiga. Por el momento, el mayor factor de riesgo ambiental conocido para la población general es el tabaco, en particular, el consumo de cigarrillos;[1] las personas que fuman tienen un aumento de riesgo de cáncer de vejiga 4 a 7 veces mayor que aquellas que nunca han fumado.[3-5] El riesgo se reduce con la deshabituación tabáquica, pero se observa una disminución relativamente pequeña de la incidencia en los primeros 5 a 7 años posteriores al cese. Incluso después de 10 años, el riesgo de una persona de presentar cáncer de vejiga es todavía de casi el doble que el de alguien que nunca ha fumado.
Entre las sustancias químicas implicadas en el cáncer de vejiga inducido por el hábito de fumar, se incluyen el aminobifenilo y sus metabolitos.[1] Es posible que las enzimas hereditarias e inducibles sean relevantes en la activación y desintoxicación de los aminobifenilos y otros presuntos carcinógenos vesicales. Estas enzimas incluyen la N-acetiltransferasa 2 (NAT2),[6] el citocromo P450 1A2 (CYT 1A2),[7] y la glutatión S-transferasa M1.[8] En varios estudios, se indica que genotipos y fenotipos específicos de estas enzimas y sus acciones, en particular, en el hígado y el urotelio, se relacionan con la susceptibilidad al cáncer de vejiga inducido por el consumo de tabaco y por otras aminas de arilo, en específico, en las poblaciones con exposición industrial.[7,9-12] Sin embargo, no todos estos estudios se han controlado de manera adecuada, según el de consumo de tabaco actual o previo.
También se han implicado varios tipos de exposición industrial como factores de riesgo de cáncer de vejiga, en general las aminas aromáticas, como 2-naftilamina, β-naftilamina o 4-cloro-o-toluidina, que se usan para producir tintes, y bencidina y sus derivados;[1] en ocasiones, hidrocarburos alifáticos clorados;[13] subproductos de la cloración de agua tratada;[14,15] producción de aluminio (hidrocarburos aromáticos policíclicos, fluoruros)[1] y algunos aldehídos.[16]
Las ocupaciones sobre las que se ha notificado relación con un riesgo mayor de cáncer de vejiga son las que involucran el procesamiento de pinturas, tintes, metales y productos del petróleo.[1,17]
Se calcula que, en los Estados Unidos, del 5 % al 15 % de los pacientes que con el tiempo morirán por cáncer de vejiga, tendrán antecedentes de exposiciones intensas a los factores ambientales mencionados antes (diferentes al consumo de tabaco).[18]
El uso de hierbas chinas contaminadas también se notificó como un factor de riesgo. El principal carcinógeno en estas hierbas es el ácido aristolóquico (AA), que se extrae de la especie Aristoloquia.[19] Dada la diversidad de los regímenes herbarios chinos además del AA, es posible que otras fitotoxinas desconocidas también desempeñen una función.[20] La nefropatía crónica relacionada con la ingestión de hierbas contaminadas con A. fangchi se relaciona con el carcinoma urotelial de la pelvis renal y del uréter. Las hierbas con A. fangchi están prohibidas en Bélgica, Canadá, Australia y Alemania, pero todavía están permitidas en los Estados Unidos.[21]
La ingestión de grandes cantidades de arsénico en el agua de pozo también se relaciona con varias neoplasias malignas, incluido el carcinoma de células de transición (CCT) de vejiga.[1,22,23] Se encuentran focos endémicos similares de cáncer de vejiga en otras regiones con concentraciones altas de arsénico en el agua potable.[22,23] En el sur de Taiwán, la enfermedad del pie negro por arsénico es endémica.
La exposición a los compuestos inorgánicos de arsénico, como el arseniuro de galio, también se relaciona con un aumento del riesgo de cáncer de vejiga.
La exposición al fármaco de quimioterapia oncológica ciclofosfamida [24,25] y quizás otros alquilantes, como la ifosfamida (aunque el uso de mesna junto con estos fármacos puede reducir la incidencia), se relaciona con un aumento del riesgo de cáncer de vejiga.[24]
La radioterapia dirigida a la pelvis por otras neoplasias malignas, como el cáncer de próstata,[26,27] el cáncer de útero[28] y el cáncer de cuello uterino, también se vincula con un aumento del riesgo de cáncer de vejiga.[29]
Las siguientes son las mutaciones genéticas específicas relacionadas con el cáncer de vejiga:[30-32]
Otros factores de riesgo vinculados con formas más malignas del cáncer de vejiga son la vejiga neuropática por el uso de las sondas permanentes [33,34] y las infecciones de vejiga por Schistosoma haematobium (cáncer de vejiga por esquistosomiasis o bilharziasis).[35]
Otros tumores uroteliales diferentes a los CCT, son el adenocarcinoma, el carcinoma de células escamosas y el adenocarcinoma metastásico. Entre los factores de riesgo de tumores de células escamosas de la vejiga, se incluyen las sondas permanentes [36,37] y la cistitis por S. haematobium.
A pesar de que se ha informado de forma anecdótica sobre conglomerados familiares [1-3] y que el cáncer de vejiga (al igual que los carcinomas de células de transición de las vías urinarias altas) es parte del síndrome de Lynch II,[4] no hay evidencia que indique que la propensión al cáncer de vejiga sea hereditaria.[5]
El cuadro clínico inicial del 70 % de los pacientes con cáncer de vejiga es de enfermedad superficial.[1] La hematuria es el signo que se presenta con mayor frecuencia y se observa en alrededor del 90 % de los casos. La hematuria puede ser intermitente, por lo tanto, el resultado de un análisis de orina sin eritrocitos no descarta un diagnóstico de cáncer urotelial. En los pacientes con hematuria macroscópica, las tasas notificadas de cáncer de vejiga oscilan entre un 13 % y un 34,5 %.[2-4] Otros síntomas de presentación inicial incluyen disuria, urgencia o frecuencia urinarias y, con menor frecuencia, dolor en fosa lumbar secundario a una obstrucción, y dolor por invasión pélvica o metástasis óseas. A menudo, el diagnóstico y la estadificación comienzan con una cistoscopia. Es necesaria una evaluación completa de las vías urinarias altas y bajas.[5]
Más del 90 % de los cánceres de vejiga que se diagnostican en los Estados Unidos son carcinomas de células de transición (CCT) puros o CCT mezclados con otros tipos histológicos, por lo general, carcinoma de células escamosas (CCE), adenocarcinoma o ambos. Otro 3 % al 4 % de los casos son CCE puros, que son aproximadamente dos veces más probables en las mujeres que en los hombres. Los CCE también representan una mayor proporción de cánceres de vejiga en personas con infecciones vesicales por S. haematobium o con antecedentes de sondas urinarias permanentes a largo plazo, cálculos vesicales o infecciones de vejiga recidivantes.[1-3]
El grado y el estadio en el momento del diagnóstico del CCT tienen consecuencias pronósticas y terapéuticas de gran importancia. Sin embargo, los tipos histológicos de células no transicionales tienen un comportamiento muy maligno y son menos receptivos a los tratamientos, con excepción de una extirpación quirúrgica.[4] El pronóstico de los pacientes y la elección de los tratamientos dependen de la malignidad y el grado del tumor.
Por muchos años, se ha reconocido el carácter crucial del grado y el estadio histológicos de las lesiones de referencia para el pronóstico individual y las decisiones relacionadas con el tratamiento. En un estudio en el que se intentó evaluar el grado y el estadio de los tumores de vejiga recién diagnosticados en un ámbito poblacional, el 89 % de los cánceres de vejiga recién diagnosticados en hombres de 50 años o más, notificados al registro de tumores del estado de Wisconsin en 1988, tiene cortes y láminas examinadas por un solo patólogo que no conocía el diagnóstico original.[1] El 57 % de las muestras de carcinoma de células de transición (CCT) eran de grado I o II, en estadio Ta o T1; el 19 % eran CCT de grado III, en estadio Ta o T1 (o Tis) y el 24 % eran invasivos de la capa muscular propia o de las capas más profundas (estadio T2 o mayor), de los cuales casi todos eran lesiones de grado III o con características histológicas de células no transicionales. Dada la población pequeña de hombres negros de 50 años y más en Wisconsin (menos del 3 % de todos los cánceres de vejiga se presentaron en personas que no eran blancas),[2] no se pudieron determinar las diferencias de grado y estadio en el momento del cuadro clínico inicial entre personas negras y blancas. De modo similar, en este estudio no se observó a mujeres u hombres menores de 50 años. Dada la variabilidad de las interpretaciones histológicas de los cánceres de vejiga de los registros de tumores,[3,4] en Wisconsin solo se conoce el grado y estadio en el momento del cuadro clínico inicial de esta neoplasia maligna en hombres de 50 años o más.
Casi todas las neoplasias malignas de vejiga se originan en la superficie uroepitelial. La mayoría de los pacientes con cáncer de vejiga mueren por enfermedad metastásica; rara vez, o casi nunca, el tratamiento del cáncer de vejiga metastásico es curativo.[5] La amplia mayoría de los pacientes con metástasis presenta lesiones invasivas de la capa muscular propia (estadio T2 o mayor) previas o simultáneas.[6] Del 70 % al 90 % de los pacientes con cáncer de vejiga invasivo en la capa muscular propia presentan este diagnóstico de enfermedad metastásica; sin embargo,[7,8] estos pacientes no provienen del grupo mucho más grande con tipos de CCT superficiales recidivantes. El objetivo de los exámenes de detección es la identificación temprana del cáncer de vejiga que está predeterminado a invadir el músculo. Aunque en un estudio se informó que cerca del 30 % de los pacientes con CCT superficial, a los que se les dio seguimiento durante 20 años, al final morirán por esta enfermedad,[9] estos datos permanecen sin confirmar, contradicen otros informes[10], y pueden reflejar patrones de diagnóstico, clasificación y tratamiento obsoletos.
Dado que el cáncer de vejiga casi nunca se encuentra casualmente en una autopsia, es posible que sea corto el periodo preclínico en el que todavía no ha causado síntomas, pero en el que se puede detectar mediante cistoscopia. Este crecimiento rápido está respaldado por la experiencia clínica [11] y supone que los exámenes de detección tendrían que realizarse en intervalos frecuentes.
Se demostró que las cistoscopias y los exámenes citológicos urinarios o de lavado vesical son eficaces en la vigilancia y el abordaje de los pacientes con cánceres de vejiga con tratamiento previo.[1] Estos métodos no son prácticos para las personas sin antecedentes de cáncer de vejiga dados los costos y la morbilidad.
A pesar de que la hematuria es el signo de presentación más común del cáncer de vejiga, la mayoría de las personas con hematuria no tienen este tipo de cáncer. En la población general, la prevalencia de la hematuria macroscópica asintomática es de cerca del 2,5 %, mientras que la prevalencia de la microhematuria asintomática es de alrededor del 13 %.[2] En un análisis prospectivo reciente de pacientes de una clínica de hematuria en el Reino Unido, se encontró que 183 (19,2 %) de los 948 pacientes con hematuria macroscópica presentaban cáncer de vejiga en el resultado de la cistoscopia.[3] Sin embargo, solo se encontró que 47 (4,8 %) de los 982 pacientes con microhematuria presentaban cáncer de vejiga.
En 2 grupos se informó sobre el uso de una sola muestra de orina para identificar sangre, a fin de detectar neoplasias malignas urológicas, enfermedades graves de las vías urinarias y cánceres de vejiga. Ambos estudios se llevaron a cabo de forma retrospectiva para confirmar la información de los pacientes que se atendieron en una clínica grande de especialidades múltiples [2] o quienes eran miembros de una organización para el mantenimiento de la salud (HMO) grande y que se sometieron a pruebas en un programa de detección multifásico.[4] Dada la naturaleza retrospectiva de cada estudio, ninguno se diseñó específicamente para detectar el cáncer de vejiga ni para concentrarse en la población con el riesgo más alto (hombres de 50 años o más). En ambos estudios, se concluyó que las pruebas simples de hematuria no eran eficaces para diagnosticar cáncer de vejiga. En un seguimiento más prolongado del estudio de la HMO, se indicó que las personas con microhematuria tenían un riesgo más alto de presentar, más tarde, cáncer de vejiga con invasión muscular, con una latencia de 3,5 a 14,5 años.[5] No hay suficiente evidencia que respalde la eficacia del examen simple de hematuria para detectar cáncer de vejiga, ni de que este examen reduzca la mortalidad por la enfermedad.
Se llevaron a cabo 2 estudios que usaron Ames Hemastix, una tira recubierta con un reactivo químico para hemoglobina que se correlaciona con el análisis microscópico de orina para detectar hematuria,[6] en poblaciones geográficamente definidas (Madison, Wisconsin y Leeds, Inglaterra) de hombres de edad mediana y avanzada que usaron la prueba casera repetitiva de la tira con el reactivo. En cada programa, se contactó a personas de registros de atención a pacientes. Se excluyeron a los hombres con antecedentes de neoplasias malignas urológicas, causas conocidas de hematuria o quienes no cumplieron con el programa. En los 4 estudios que se realizaron (un estudio piloto y un estudio más grande en cada lugar), participaron del 45 % al 55 % de las personas contactadas. En estos estudios, se encontró que del 1,2 % al 1,3 % de todos los participantes presentaban cáncer de vejiga (todos carcinoma de células de transición [CCT]). Se identificó una neoplasia maligna en estadio T2 o más alto en solo 1 de los 21 pacientes del primer estudio [6-8] a quienes se les detectó cáncer, pero en ninguno de los 26 pacientes a los que se les detectó cáncer en el segundo estudio. Una limitación de los exámenes de detección de hematuria repetitivos en una población general de hombres de 50 años o más es que se encontró que más del 90 % de los hombres con resultados positivos en el examen inicial no presentaban cáncer de vejiga.[6] En los estudios de detección de hematuria en Wisconsin, se les dio seguimiento durante al menos 24 meses a todos los pacientes con hematuria y resultados negativos de las pruebas o a quienes no se les encontró enfermedad grave; en ninguno de ellos se encontró cáncer de vejiga. De modo similar, al menos a los 18 meses de la última prueba, ninguno de los participantes del grupo de exámenes de detección (con hematuria o sin esta) había muerto por cáncer de vejiga. Durante el seguimiento de 14 años de esta cohorte de detección, ningún participante con cáncer de vejiga identificado mediante exámenes de detección de hematuria había muerto por este tipo de cáncer, mientras que 2 casos (0,85 %) que tenían hematuria clínica, pero evaluación diagnóstica negativa, padecieron de la enfermedad al cabo de 6,7 y 11,4 años de la evaluación con resultados negativos. La misma proporción de participantes sin hematuria en los exámenes de detección recibió el diagnóstico de cáncer de vejiga (0,93 %); ninguno presentó cáncer en el primer año después de la fecha de la última evaluación.[9] Es posible que se necesiten seguimientos más prolongados para probar que estos participantes no presentaban cáncer de vejiga;[5] sin embargo, dichos estudios no están disponibles. El valor predictivo positivo relativamente bajo de las pruebas de hematuria repetitivas (del 7,6 % para el cáncer de vejiga y del 11,6 % para todas las neoplasias malignas) [6,8,10] genera interrogantes sobre la funcionalidad de esta modalidad de examen de detección.
Se ha evaluado la exactitud del examen citológico de la orina evacuada para detectar el cáncer de vejiga, sobre todo, en pacientes con antecedentes de este cáncer que se someten a vigilancia cistoscópica o como una prueba de rutina para todos los pacientes de un consultorio grande de urología en una clínica de especialidades múltiples. En los estudios de pacientes con antecedentes de cáncer de vejiga, el examen citológico de orina evacuada fue eficaz para diagnosticar de un 20 % a un 40 % de los CCT de grado I, de un 20 % a un 50 % de neoplasias malignas de grado II y de un 60 % a un 80 % de cánceres de grado III//Tis.[11,12] Aunque dichos estudios no se realizaron en pacientes sin hematuria ni antecedentes de tumores recidivantes de la vejiga, para efectos de los exámenes de detección, un problema importante es la falta de sensibilidad para los CCT bien diferenciados y moderadamente diferenciados y la gran proporción de muestras sin un número suficiente de células para establecer un diagnóstico citológico. Aunque los resultados positivos falsos fueron muy poco frecuentes, la falta de sensibilidad, incluso en la población de la que se tenía mayor sospecha, hizo que el examen citológico de orina evacuada no fuera un examen de detección apropiado para la población general. En ningún estudio se ha analizado el resultado de los exámenes de detección citológicos en la mortalidad relacionada con la enfermedad en una población sin exposición industrial. Tampoco están disponibles los resultados de los pacientes que se sometieron a exámenes de detección en la clínica de urología.[11]
Los resultados de los hombres diagnosticados con cáncer de vejiga, por medio de un programa de detección casero de hematuria con tira de reactivo químico, se compararon con una muestra poblacional del 87 % de todos los hombres de 50 años o más del registro de tumores de Wisconsin.[8] Las secciones histológicas se examinaron con enmascaramiento y se encontraron proporciones similares de casos superficiales de grado bajo versus casos de grado alto o invasivos; la proporción de la enfermedad en estadio tardío (T2 o mayor) fue menor en los pacientes sometidos a exámenes de detección. A los 14 años, el 20,4 % de los pacientes del registro de tumores murió por cáncer de vejiga (incluso un 50 % de aquellos con lesiones invasivas del músculo de grado III); sin embargo, a los 14 años de seguimiento, ningún participante con cáncer de vejiga identificado mediante exámenes de detección había muerto por este tipo de cáncer.[13] No se puede determinar el efecto real de los exámenes de detección si estas diferencias fueron producto de alguna combinación del efecto de anticipación diagnóstica, sobrediagnóstico o sesgos de selección.
Se ha propuesto la medición de una variedad de moléculas y elementos celulares detectados en la orina y, en algunos casos, se promueve su uso para vigilar a los pacientes con cáncer de vejiga diagnosticado antes. Sin embargo, no se ha evaluado la especificidad y la sensibilidad de estos marcadores en el entorno de detección en la población general, pero muchos de estos estudios están en curso.
Se han publicado pocos estudios de detección en los que se evalúe la mortalidad por cáncer de vejiga en las poblaciones con un riesgo, en especial, alto de este tipo de cáncer (diferentes de quienes tienen antecedentes de este tipo de cáncer).[1-4] En un estudio realizado en Quebec, de examen citológico anual en trabajadores de la industria del aluminio expuestos al alquitrán de hulla, se mostró una reducción de cerca del 40 % en los casos de muerte por cáncer de vejiga a los 6 años del diagnóstico, en comparación con un grupo de control histórico de trabajadores de las mismas plantas que no se sometieron a exámenes de detección;[5] sin embargo, la diferencia no fue estadísticamente significativa. El conocimiento de los desenlaces adversos de los predecesores del grupo que no se sometió a exámenes de detección pudo haber influido en la participación en el programa, en el reconocimiento de los síntomas por parte de los trabajadores, en la disposición de los trabajadores y los médicos de iniciar investigaciones diagnósticas con base en signos y síntomas, y en el cumplimiento de las recomendaciones médicas para la evaluación y el tratamiento por parte de los trabajadores. La corta duración del seguimiento del grupo que se sometió a exámenes de detección pudo haber mejorado, de manera artificial, el resultado.
No se han realizado ensayos controlados aleatorizados de detección del cáncer de vejiga en cohortes con exposiciones ambientales o industriales. Con frecuencia, los estudios completados carecieron de grupos de control comparables o no contaron con un tamaño de muestra suficiente para demostrar un efecto en el desenlace; además, la duración fue insuficiente para mostrar un beneficio en la mortalidad (o ausencia de este) de las modalidades evaluadas.[2,3] En un estudio se describió la utilidad de medir 3 biomarcadores en la orina evacuada para la evaluación del riesgo y la detección del cáncer en una cohorte numerosa de trabajadores chinos con aumento del riesgo de cáncer de vejiga.[6] Los trabajadores se estratificaron, se sometieron a exámenes de detección, se controlaron y recibieron diagnóstico de manera individual con base en los perfiles de biomarcadores moleculares predefinidos. Estas técnicas continúan en etapa de investigación.
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Se actualizaron las estadísticas con el número estimado de casos nuevos para 2024 (se citó a la American Cancer Society como referencia 1).
Se actualizaron las estadísticas con el número estimado de defunciones para 2024.
Se revisó texto para indicar que de 2015 a 2021, la mortalidad por cáncer de vejiga urinaria disminuyó en un 1,5 % por año.
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PDQ® sobre los exámenes de detección y la prevención. PDQ Exámenes de detección del cáncer de vejiga y otros cánceres uroteliales. Bethesda, MD: National Cancer Institute. Actualización: <MM/DD/YYYY>. Disponible en: https://www.cancer.gov/espanol/tipos/vejiga/pro/deteccion-vejiga-pdq. Fecha de acceso: <MM/DD/YYYY>.
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